miércoles, 17 de diciembre de 2008

El Fabuloso dilema de Manolo Jiménez

El gurú de la blogosfera (y de la radio) sevillista Jesús Alvarado no se cansa de repetir últimamente que el Sevilla F.C. juega mejor y gana más con un delantero y un media punta que con dos delanteros. Por mi parte estoy totalmente de acuerdo con él, pues Renato, y en alguna ocasión Jesús Navas, han dado más posesión y más velocidad en el movimiento del balón al Sevilla, lo que se traduce en un dominio más continuado del partido y en crear más ocasiones de gol.

Pero hay algo que sería importante considerar: Para poner un media punta hay que quitar un delantero. Por su completa gama de prestaciones, Kanouté es casi insustituible en el Sevilla F.C. (cuando está bien de sus variadas lesiones). Por otro lado, Luis Fabiano tiene una tremenda calidad y lleva el gol en las botas, pero es más finalizador, y no aporta tanto al juego colectivo como el malí (que también suele ver puerta con facilidad). Lo lógico sería entonces jugar, cuando no sean necesarias las rotaciones, con Kanouté y Renato.

Pero entonces, ¿qué hacemos con Luis Fabiano? Sabemos de la fragilidad emocional del brasileño, que no llevaría bien ser suplente habitual. Además, está la duda de dejar en el banquillo a un tipo que es capaz de meter siete goles en una semana, que es el delantero centro titular de la selección de Brasil, y que la temporada pasada fue uno de los mejores goleadores de Europa.

Todo un dilema para nuestro entrenador: mejorar el rendimiento atacante del equipo con Renato, pero a costa de "cargarse" a un fenómeno como "O Fabuloso" Luis Fabiano. Veremos cómo Jiménez emplea su psicología y la calculadora para repartir minutos y titularidades, pues necesita alcanzar un complicado equilibrio que permita mantener el buen juego y tener dispuesto y mentalizado a uno de los mejores delanteros del mundo.



viernes, 12 de diciembre de 2008

Monopolio de sentimientos

El otro día, en la Junta de Accionistas del Sevilla F.C. el presidente José Mª del Nido abroncó a los aficionados por no animar suficientemente al equipo en el estadio.
O dicho de otra manera, el presidente de una sociedad anónima abroncó a sus clientes por no consumir como él cree que deberían hacerlo. Porque los clubs de fútbol (salvo injustas excepciones) son sociedades anónimas, y los abonados que pagan sus carnets, y los aficionados que compran sus entradas son sus clientes.
¿Qué harían ustedes si su peluquero les criticara por ir a pelarse por la tarde en lugar de por la mañana? Cortarse el pelo en otra peluquería.
¿Y si el gerente de Carrefour le echara la bronca por ir con su carro por unos pasillos en vez de otros que él prefiere? Se irían a comprar a Mercadona.
¿Y que harían si el gerente de Repsol le ordenara que repostara gasoil en lugar de sin plomo? Se marcharía con su coche a otra gasolinera.
En un mercado libre, cuando un consumidor no está satisfecho con una empresa, se cambia a otra y punto. Esa es la base de la competencia. Sin embargo, hay una excepción a esto, y es el caso de que un producto es ofrecido por una única empresa. En ese caso los clientes no pueden cambiar de proveedor, y tiene que aguantar todo lo que les echen si quieren seguir consumiendo ese producto. Ese caso se llama Monopolio.
Los aficionados a un equipo de fútbol no lo son por una razón lógica, sino sentmiental. A lo largo de sus vidas, de pequeños o de mayores, van sintiendo una afinidad por unos colores, se alegran cuando gana un equipo y se entristecen cuando pierde. Y llega un momento en que eso no se puede cambiar, uno ya es sevillista, o bético, o valencianista para toda la vida. Entonces ya tiene que consumir el producto Sevilla F.C., o el producto Valencia C.F., sean quienes sean sus dirigentes, y sin importar cómo éstos les traten.
Eso es un monopolio, el monopolio de los sentimientos deportivos. El que goza de esa posición de privilegio tiene la posibilidad de hacer casi lo que quiera con sus clientes, pero eso no quiere decir que siempre tenga razón, o que todo lo que haga esté bien. Una cosa es ejercer un liderazgo moral, y otra cosa es decirle a todo el mundo lo que tiene que hacer.
Creo que Del Nido se equivocó al dirigirse como lo hizo a los aficionados del Sevilla. Ser el presidente le da derecho a gestionar la sociedad, pero no a mandar sobre los sevillistas. Somos sus clientes, no sus empleados.
Ni siquiera teniendo razón, a mi parecer, en el fondo de lo que dijo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El Ingenioso Hidalgo

Capítulo I
En un lugar de la Mancha nació un entrenador, que era  muy bueno en su trabajo, y al que le gustaba mucho el dinero. Tras una carrera mediocre fichó por un equipo al que en dos temporadas llevó a las cotas más altas de su historia. Pero el entrenador quería cobrar mucho (muchísimo) más dinero, y el club no podía pagarle tanto.

Capítulo II
Entonces el entrenador de la Mancha recibió una oferta mareante de un equipo inglés. Como quería irse a entrenar a Inglaterra, libre y con el finiquito en el bolsillo, hizo que su equipo perdiera muchos partidos para que el presidente le echara. Pero como su presidente no le cesaba, pese a llevar al equipo a los puestos bajos de la clasificación liguera, decició abandonar el club por su cuenta e irse al equipo inglés.

Su ex-equipo remontó al irse él, y estuvo a punto de lograr su objetivo de clasificarse para la Liga de Campeones.

El entrenador de la Mancha tuvo en Inglaterra una buena temporada, e hizo que su nuevo club lograse un titulo, algo que no conseguía desde hacía muchos años.

Capítulo III
Por aquel entonces había en España un gran club que tenía un entrenador alemán, del que  querían librarse por que no hacía jugar bien al equipo, y además no caía bien a nadie. Pero como el entrenador alemán había ganado la Liga no podían echarlo. Sin embargo, en el gran club tenían pensado que en cuanto el equipo perdiera varios partidos cesarían al alemán, y le hicieron una oferta al entrenador de la Mancha para que lo sustituyera.

El entrenador de la Mancha vio que podía irse a un gran club y ganar más dinero todavía, sumando lo que cobraría en el nuevo club y el astronómico finiquito de los ingleses, y de nuevo se encargó de que su equipo perdiera todos los partidos, y lo colocó último en la clasificación.

Al final consiguió que los ingleses lo despidieran, cobró su millonada, y poco después se fue al gran equipo español con el que ya tenía todo cerrado hacía tiempo.

El equipo inglés, en cuanto se fue el entrenador, remontó y salió rápidamente de los puestos de descenso.

El entrenador de la Mancha, era feliz: Había conseguido entrenar a un gran equipo, y tenía mucho, muchísimo dinero.

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(Los personajes de este post son ficiticios, y cualquier parecido con la realidad es... ¿posible?)

Tapones para los oídos

En la temporada 2000-2001, el Sevilla F.C. estaba en Segunda División, al borde de la desaparición a causa de la bancarrota económica, y con un equipo humilde forjado con canteranos y descartados de otros equipos, todos ellos a precio de saldo. Bajo la presidencia de Roberto Alés, esos jugadores fichados por Monchi y dirigidos por Joaquín Caparrós llevaron al Sevilla al ascenso varias jornadas antes del final de Liga, batiendo el récord de victorias en una temporada, y comenzando la epopeya que llevó al club a ser poco después el mejor equipo del mundo.

Ahora esos jugadores son recordados como héroes para el sevillismo, porque sin su esfuerzo nada de lo de estos últimos años hubiera ocurrido. Pablo Alfaro, David, Casquero, Héctor, Notario, Reyes, Antoñito... las Uefas y Supercopas que vinieron después no hubieran sido posibles sin ellos.

Entre esos jugadores estaba Paco Gallardo, un chaval de la cantera que puso todo su esfuerzo, su velocidad, y también sus limitaciones técnicas, al servicio del equipo de sus amores. Jugó 30 partidos esa temporada, y sus asistencias y sus 4 goles empujaron al Sevilla F.C. a alcanzar su objetivo. En la Junta de Accionistas de ayer, escuché al presidente que Paco Gallardo jugó muchos de esos partidos con tapones en los oídos, para no oir los pitidos e insultos de la afición del Sevilla F.C., de su propia afición.


Ahora se oye mucho eso de que la afición sevillista es entendida, es sabia, y es exigente. Que siempre hace lo mejor para su equipo, animando a muerte durante el partido y pitando si es necesario al final del mismo, y criticando lo que hay que criticar en cada momento. Puede ser, pero si en un momento crítico para el Sevilla F.C., un chaval humilde y trabajador (y muy sevillista) como Paco Gallardo tuvo que salir al estadio Ramón Sánchez Pizjuán con tapones en los oídos, es que algo no funciona.

No sé si Mosquera, Romaric, Konko o Crespo se tapan los oídos cuando juegan en casa, pero motivos tienen para ello, porque la afición les trata igual que trataba a Gallardo. Algo sigue sin funcionar.

A lo mejor, además de criticar al presidente, al secretario técnico, al entrenador, a los jugadores, al preparador físico, a los médicos del club, a la prensa, a los árbitros, a la Federación, a los Comités, a la Uefa, a otros clubs, a otras aficiones, y en general a todo bicho viviente; a lo mejor, digo, nos venía bien un poco de autocrítica. A lo mejor teníamos que ser más exigentes y menos complacientes con nosotros mismos, como afición. Más que nada, para que ningún jugador (o entrenador) del Sevilla F.C. tenga nunca que volver a salir a nuestro estadio con tapones en los oídos.


lunes, 1 de diciembre de 2008

El póker y la ex-novia

Se me vienen a la cabeza dos historias, que reflejan mi parecer sobre la situación actual del Sevilla F.C. La primera de ellas es un viejo chiste:

- Me encanta jugar al póker y perder.
- ¿Y ganar?
- ¡Ganar tiene que ser la leche!

Este chiste no se puede aplicar al fútbol profesional. Nunca oiremos a un sevillista decir: "me encanta ver al Sevilla jugar bien al fútbol y perder". A los aficionados nos gusta que nuestro equipo gane, y si pierde, el consuelo del juego bonito nos puede valer dos partidos, pero al tercero ya exigimos resultados. Por eso siempre será preferible jugar mal y ganar que jugar bien y perder.

-¿Y ganar y jugar bien?
-Eso debe ser la leche...



La segunda historia es la de un amigo que estuvo casado con una chica llamada Susana, con la que fue muy feliz durante varios años. Susana le dejó por otro, y él intentó rehacer su vida. Pero cada vez que salía con otra chica, empezaba a hablar de su ex: que con Susana hacía esto, que Susana le decía aquello, que con Susana iba aquí o allá... Al final ninguna le aguantaba, y tardó años en iniciar otra relación.

Después de la racha de títulos del Sevilla, hay muchos aficionados que no entienden que el pasado es eso, pasado, y no se cansan de comparar el Sevilla actual con el de esa época. Pero mientras lo hacen, lo único que consiguen es no darse cuenta de lo bueno que este equipo tiene ahora, y les impide disfrutar y emocionarse con un club que lucha por meterse de nuevo en Liga de Campeones, algo que sólo ha logrado dos veces en más de cien años. Se acuerdan tanto de aquella novia, que ninguna les parece lo suficientemente buena para ellos, y mientras se quedan "a dos velas".

Los dos últimos partidos del Sevilla F.C. podrían merecer sesudos análisis y comentarios, pero por mi parte creo que sólo han sido reflejo exacto de la realidad actual de la Liga: El Sevilla F.C. está al mismo nivel que el Valencia, y es inferior al Barcelona. Habrá que luchar y sufrir para entrar en Liga de Campeones, así que aceptémoslo, y démosle el valor que tiene, que es mucho.