En las sociedades mercantiles el capital puede estar repartido de muchas maneras. Un sólo accionista puede ser el propietario, o bien el poder puede estar repartido entre varios medianos accionistas, o entre muchos pequeños accionistas. En el consejo de adminsitración de la empresa es donde se toman las decisiones, y se hace por votación entre los consejeros que lo forman.
Cuando el poder está repartido, cada accionista o grupo de accionistas intenta colocar en el consejo de adminstración de la sociedad tantos consejeros como pueda, para que a la hora de tomarse decisiones en dicho consejo, su opinión sea tenida en cuenta. Si todo el poder lo tiene un sólo accionista, el consejo de administración está nombrado en su totalidad por él, y por tanto los consejeros deben votar lo que les diga el propietario, o en caso contrario perderían su puesto.
Desde que los clubs de fútbol son sociedades anónimas, su funcionamiento es similar al de cualquier sociedad. Cuando las acciones del club están repartidas entre varios accionistas, las votaciones del consejo son importantes y son las que realmente deciden el curso que toma la entidad. Cuando un sólo accionista posee la mayoría de las acciones, ostenta todo el poder, y los consejeros se limitan a votar lo que les digan.
¿Por qué una persona querría ser consejero de un club, cuando su opinión no es escuchada, y no interviene para nada en la toma de decisiones, y más aún cuando el cargo no es remunerado? ¿Qué diferencia hay entre esos consejeros que no hacen nada sin órdenes personales del propietario, y cualquier otro empleado del club? ¿Qué interés tiene ser un títere, y que además todo el mundo lo sepa?
La respuesta es difícil, aunque es posible que el afán de protagonismo lleve a hacer cosas incomprensibles. Lo cierto es que, en cualquier caso, es una triste figura la de los consejeros que no aconsejan.
Cuando el poder está repartido, cada accionista o grupo de accionistas intenta colocar en el consejo de adminstración de la sociedad tantos consejeros como pueda, para que a la hora de tomarse decisiones en dicho consejo, su opinión sea tenida en cuenta. Si todo el poder lo tiene un sólo accionista, el consejo de administración está nombrado en su totalidad por él, y por tanto los consejeros deben votar lo que les diga el propietario, o en caso contrario perderían su puesto.
Desde que los clubs de fútbol son sociedades anónimas, su funcionamiento es similar al de cualquier sociedad. Cuando las acciones del club están repartidas entre varios accionistas, las votaciones del consejo son importantes y son las que realmente deciden el curso que toma la entidad. Cuando un sólo accionista posee la mayoría de las acciones, ostenta todo el poder, y los consejeros se limitan a votar lo que les digan.
¿Por qué una persona querría ser consejero de un club, cuando su opinión no es escuchada, y no interviene para nada en la toma de decisiones, y más aún cuando el cargo no es remunerado? ¿Qué diferencia hay entre esos consejeros que no hacen nada sin órdenes personales del propietario, y cualquier otro empleado del club? ¿Qué interés tiene ser un títere, y que además todo el mundo lo sepa?
La respuesta es difícil, aunque es posible que el afán de protagonismo lleve a hacer cosas incomprensibles. Lo cierto es que, en cualquier caso, es una triste figura la de los consejeros que no aconsejan.
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