Ayer día 13 de junio se cumplieron 25 años del comienzo de la Copa Mundial de Fútbol de 1982, celebrada en España. Aparte de la final de la Copa de Europa entre Barcelona y Steaua, ese ha sido el más importante acontecimiento futbolístico que he podido presenciar en mi ciudad, y los recuerdos que dejó son imborrables.
Pero para siempre quedarán la imágenes de los taconazos de Sócrates, los cañonazos de Eder, las faltas de Zico, la elegancia de Junior, y así uno a uno con todos lo integrantes de aquel fantástico equipo. Los partidos que pude disfrutar fueron Brasil 4 - Escocia 1 y Brasil 4 - Nueva Zelanda 0. Los rivales no eran de gran entidad, pero eso daba igual. Porque además el espectáculo no estaba sólo en el terreno de juego, sino también en las gradas.
Miles de brasileños (y brasileñas) acudieron a acompañar a su equipo, y desde luego se hacían notar. Destacaba el nutrido grupo de percusionistas que tocaban sus instrumentos durante todo el partido, sólo que cuando el balón lo tenía el equipo rival lo hacían a ritmo lento, monótono, pero cuando Brasil recuperaba la posesión el ritmo cambiaba de repente, se aceleraba y transformaba en el típico samba que hacía mover los pies a todo el estadio y llevaba a su equipo en volandas. Y al final de los partidos, celebrados ambos en el campo de Heliópolis, todo el mundo iba Palmera abajo bailando al son de la orquesta, una enorme marea de camisetas amarillas camino de la Plaza de España, donde se seguía la fiesta.
Y el tercer partido que presencié fue la semifinal Alemania-Francia: 1-1 en los primeros 90 minutos, 3-1 de Francia a los 10 minutos de prórroga, salida al campo de Rumenigge medio lesionado y remontada alemana para empatar el partido y ganarlo en los penaltis. Francia hizo el mejor juego del campeonato junto con Brasil, y tenía figuras como Platini, Giresse, Tigana, o el propio Luis Fernández. En Alemania jugaban aparte del citado Rumenigge, Stielike, Littbarski, Breitner... En fin, un auténtico espectáculo, que ha sido calificado por muchos como uno de los mejores partidos de la historia de los mundiales. Para colmo, se jugó en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán.
Han pasado ya 25 años, pero pasarán muchos más antes de que los que presenciamos el fútbol en su máxima expresión olvidemos los goles, las jugadas, las aficiones, los momentos, las sensaciones, todo aquello que sólo un Mundial puede ofrecer.
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