Se suele decir de los equipos que son superiores al resto que son capaces de cambiar el ritmo de los partidos. Cuando les interesa ser más prudentes juegan a un determinado ritmo, pero cuando necesitan marcar y resolver un partido suben de forma notable ese ritmo, haciéndolo insoportable para el rival, que se ve incapaz de seguir la velocidad y la intensidad que se le viene encima.
El Sevilla ha aprendido a apretar el acelerador en los momentos claves de la temporada, y últimamente nos está demostrando que sabe empezar los partidos con el acelerador pisado a fondo y con la quinta velocidad. Con los medios centros presionando al rival y no dejando pasar un balón a ras de suelo, con los centrales imponiendo su ley en los pelotazos, con un portero que emana seguridad (tanto el titular como el suplente), con unas bandas que superan a los defensores sin que estos prácticamente les vean pasar, y con una delantera que machaca cuando debe hacerlo (si están los que tienen que estar); con todo eso, el Sevilla impone un ritmo que pocos pueden seguir.
¿Por qué el Sevilla acelera en el primer tiempo? Porque sabe que a estas alturas de temporada su rendimiento físico baja en el segundo, y su oportunidad está mientras esa velocidad y fuerza sigan intactas. Cuando delante están el ruso y el malí, se suele aprovechar el acelerón. Si no es así, si no se aprovecha, ya hemos visto que después es muy difícil resolver.
Juande está siendo valiente en los planteamientos, atacando antes de que nos ataquen, y le está dando resultado. En los foros de internet que he visitado hoy, después de la exhibición en Riazor, muchos aficionados del Barça dicen que no sería un fracaso caer en la final ante el Sevilla, y que éste es favorito a la Copa, aunque el Barcelona lo sea a la Liga. Que esto ocurra tras un 5-2 de los azulgrana y de las maravillas de Messi, demuestra el respeto que impone el Sevilla F.C., cómo asusta cuando pisa el acelerador como un Fernando Alonso cualquiera, que se pone en cabeza en la primera curva y no deja en toda la carrera que nadie le adelante.
Ya no es un sueño pensar en esa final entre el 1º y el 3º equipo del mundo, con el Bernabéu a rebosar, con casi 40.000 sevillistas (y otros tantos culés) que podrían tener cabida en el histórico estadio madrileño, y disfrutar con la emoción de ver a nuestro equipo luchando por otro título más. Seguimos en la nube, seguimos volando muy alto, y nuestras alas son sólidas.
Y aunque no aguantaran hasta el final, el vuelo es tan hermoso...
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