A las 7.30 horas en el aeropuerto de San Pablo, a las 9.00 en el avión y tras un plácido vuelo pisamos tierra escocesa a las 12.30 hora española, 11.30 hora local. Glasgow nos recibe con lluvia, una lluvia fina pero persistente que nos acompañará durante toda nuestra estancia. No hace mucho frío, pero lo suficiente para no quitarnos el chaquetón.
En el desplazamiento hasta el centro de la ciudad, siento envidia al transitar en autobús la circunvalación de ¡diez carriles! Y media Sevilla todos los días empantanada en los cuatro carriles del puente del Quinto Centenario...
George Square, parece ser la plaza principal de la ciudad, con un aire a la Plaza Nueva actual, y la carpa para la afición sevillista está hasta los topes cuando llegamos, con todo el mundo a cubierto de la lluvia. Las cervezas son caras (cinco euros la "pinta", es decir medio litro), por lo que nos acercamos a un supermercado cercano y nos aprovisionamos de latas a menos de la mitad de precio. Hay un ambiente tremendo, todo el mundo cantando y bebiendo, y vemos todo tipo de indumentarias, desde las camisetas sevillistas conmemorativas, hasta faldas y boinas escocesas, pasando por trajes de torero. Cómo sería la cosa que muchos aficionados españolistas se vinieron a la plaza del Sevilla porque según ellos estaba mucho más animada. Por supuesto fueron bien recibidos, porque el comportamiento de las dos aficiones fue perfecto todo el tiempo.
Por no movernos mucho bajo la lluvia almorzamos en un Burger King cercano, y en la cola nos encontramos a varios jugadores de los Harlem Globetrotters, que como los aficionados al baloncesto sabrán son un mítico equipo que organiza partidos por todo el mundo a medio camino entre el deporte y el circo, y resulta que se hallan de gira por el Reino Unido en estos días.
En autobús de línea nos fuimos hasta Hampden Park, por cierto bastante lejano de George Square. Es un estadio cómodo y bonito, aunque creo que no es lo más adecuado para el fútbol: el espacio para pista de atletismo y lo tendido que está el graderío hacen que el público esté muy separado del terreno de juego. Eso sí, la fenomenal cubierta nos protegió de la lluvia incesante, y el cesped estaba en perfecto estado. En las pantallas enormes de vídeo se podían ver, como en Eindhoven, las repeticiones de los goles y las jugadas peligrosas. Es curioso que la Uefa permita las repeticiones (aunque no de las jugadas polémicas) y en la Liga española, lamentablemente, estén prohibidas.
Creo sinceramente que el Español fue superior al Sevilla F.C. mientras se jugó once contra once, pero el error de Moisés que le costó la expulsión hizo desparecer del campo a su equipo. A partir de ahí la suerte no sonrió al Sevilla en las numerosas ocasiones de que dispuso (bueno, sólo en una de ellas), y sí al Español que en su único acercamiento a Palop consiguió marcar. Antes de entrar al estadio comentaba con mis compañeros que si llegábamos a los penaltis ganaríamos seguro gracias a nuestro portero, y no me equivoqué. Con emoción, con sufrimiento, y ganándonos una ronquera para varios días, pero al final lo conseguimos.
Los momentos más emotivos del partido fueron el 2-1, que nos hacía vernos ya campeones, y el empate, cuanto todo se nos venía abajo. Al final la explosión de júbilo fue total, y los corazones pudieron descansar después de tanta tensión acumulada durante más de 120 minutos.
Tras un retraso considerable en la salida de nuestro autobús, nos dijeron que el sistema de salida de los aviones sería el mismo de Eindhoven, es decir "tonto el último": según se llega al aeropuerto, se va subiendo al avión, sea cual sea. Unos kilómetros antes del aeropuerto nos encontramos con una vista aterradora: una interminable cola de autobuses parados en mitad de la carretera, esperando a entrar en el recinto aeroportuario. Un policía nos indicó que había ¡230 autobuses! esperando su turno, pero que no nos preocuparamos porque cada 5 ó 10 minutos entraban 10 autobuses y sus pasajeros subían al avión al momento. Por supuesto no le creímos, y ya nos pensábamos pasar toda la noche esperando nuestra salida. Sin embargo, la organización de Glasgow demostró estar a la altura de un acontecimiento como este, y en unas 3 horas todo el mundo había despegado. Aunque por haber llegado los últimos nosotros tuvimos que esperar un poco más, a las 4 de la mañana dejamos las tierras escocesas, y a las 7 estábamos en Sevilla de nuevo.
La gente con la que tratamos allí fue, tal y como nos habían dicho antes, simpática y amable, y nos trataron bastante bien. Ha sido una experiencia magnífica, aunque como es lógico nos gustaría haber estado más tiempo en la ciudad para conocerla mejor.
En fin, un día para contar a nuestros nietos, si llegamos a tenerlos: el día en que el Sevilla F.C. se proclamó bicampeón de la Copa Uefa. Allí estuvimos.
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