¡Getafe 4 - Barcelona 0! Pues la final de la Copa del Rey será contra el Getafe. Me parece una de las más heróicas remontadas que recuerdo en la Copa, no sólo por el resultado, sino también por la enorme diferencia de potencial de los dos equipos.
Me alegro por el Getafe de Schuster y Casquero, cuya directiva está haciendo muy bien las cosas, y también me alegro porque el Sevilla tendrá que vérselas en el Bernabéu con un rival inferior. Aunque está claro que a un partido se igualan más las fuerzas, lo cierto es que prefiero jugar contra el Getafe que contra el Barcelona. Eso sí, aparte de los 30.000 sevillistas que se prevé tendrán entrada, el resto del estadio (60.000) estará apoyando al Getafe.
Además el Barcelona puede verse afectado para la Liga en un doble sentido: por la sensación de debilidad que supone verse fallar en todos los momentos importantes de la temporada, y porque sentirán más presión al quedarles sólo una posibilidad de ganar un título. Pienso que esto nos da alguna opción más a seguir aspirando al título liguero.
En fin, una vez más: ¡Qué grande es el fútbol!
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¡Preparemos los chubasqueros! Dicen que el mes de mayo en Glasgow no es especialmente lluvioso, pero en The Weather Channel pronostican para el 16 de mayo un día nublado y para la noche posibilidad de precipitaciones del 60%, en forma de chubascos dispersos. La máxima prevista es de 13º y la mínima de 6º. Es decir, un día fresquito y con posible lluvia. No es lo que nos va a nosotros, pero será cuestión de ir preparados.
Parece que la reventa de entradas está funcionando bastante, pero yo creo que nadie debería precipitarse con compras a precios exagerados. El club ya ha ampliado el cupo de socios hasta los 14.000, lo cual significa que muchos abonados no van a ir a Glasgow, posiblemente por razones económicas, y con un poco de paciencia puede que haya más entradas disponibles de lo que ahora parece.
Ayer se cumplió un año de Eindhoven. Mis recuerdos de entonces se centran sobre todo en tres momentos:
- La espera en el aeropuerto de Sevilla debida a que, según nos confirmó la voluntaria del club encargada de nuestro vuelo, el avión que nos correspondía se lo llevó un grupo de políticos y "vips", lo que nos supuso que el viaje durara doce horas: desde la 6 de la mañana que debíamos estar en el aeropuerto para despegar a las 7, hasta la 6 de la tarde que aterrizamos en Eindhoven.
- La entrada en el Philips Stadium. Tras el calamitoso viaje, los ánimos estaban bajos, pero fue subir por la escalera de entrada al estadio, caminar por sus pasillos y ver el espectáculo de la afición sevillista en las gradas, y todo se olvidó. Los sentimientos se volvieron positivos y nos acordamos de que estábamos en una final europea.
- Los últimos minutos del partido. Cuando ya todo era una fiesta, me emocioné al recordar a mi padre, sevillista de toda la vida que no pudo ver a su equipo en lo más alto, ni yo celebrarlo con él.
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