El Sevilla F.C. se ha clasificado por segunda vez en su historia para los cuartos de final de la copa Uefa. En la cada vez más poblada blogosfera sevillista y en los medios de comunicación podemos saborear hoy los comentarios sobre lo espectacular y emocionante que fue el partido, sobre el bello y dificilísimo gol de Matuzalem, el épico cabezazo de Palop, y la combinación de superioridad técnica y de casta del Sevilla que tuvo su recompensa en el gol de Chevantón.
Por mi parte me gustaría escribir sobre la intervención en el partido de tres jugadores. Por un lado Maresca, el que fuera héroe de Eindhoven, el que con su calidad y su coraje lideró el centro del campo sevillista la temporada pasada, y que en esta había pasado a no contar prácticamente para el entrenador. Anoche jugó un partidazo, como hace cada vez que sale al campo en los últimos partidos, y además marcó el gol de cabeza que metía al Sevilla en la eliminatoria poco después de encajar un injusto 1-0. Si ya se encargó en el Sánchez Pizjuán de provocar y marcar el penalty que nos mantuvo vivos, ayer repitió cara al gol, y realizó un notable partido.
Luis Fabiano, el indolente, el que más iras levanta en la grada sevillista porque duele ver que con tanta calidad no llegue a ser el crack que podría ser, por falta de carácter o quién sabe por qué. Ayer fue el jugador más peligroso en el área, y dio una magnífica asistencia en esos minutos de prórroga en los que casi todos tenían las ideas nubladas por el cansancio. Una vez más ha aparecido en el momento oportuno, como en la final del año pasado.
Y por último, el jugador que se perdió la pretemporada y buena parte de la primera vuelta por una extraña lesión; el jugador que tuvo que oir cómo su entrenador decía en rueda de prensa que no lo conocía, que se lo trajo Monchi sin él saber nada; el jugador que lucha como ninguno, y al que en las pocas oportunidades que ha tenido le ha salido casi todo mal. Ese jugador es Ernesto Javier Chevantón, quizá el opuesto de Luis Fabiano, con menos calidad y todo corazón, pero con la misma obsesión, el gol. Ayer lo encontró, y clasificó al Sevilla para la siguiente ronda. Al celebrarlo, lloraba y daba gracias a Dios.
Porque lo espectacular y lo épico del gol de Palop hoy acapara portadas, vídeos y comentarios. Pero el gol que realmente nos metió entre los ocho mejores de la copa Uefa vino de un robo de balón de un italiano, que convirtió en asistencia un brasileño, y que materializó en gol un uruguaryo. Tres jugadores en una situación complicada en muchos momentos de la temporada, que cuando más se les necesitaba lo han puesto todo y nos han hecho dar un pasito más en ese camino del Sevilla F.C. hacia su objetivo: ser grande, cada día más grande.
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